Orígen

Quien me conozca sabrá de sobra por qué le he puesto el nombre que le he puesto a este blog.
Bien, es cierto que lleva el mismo nombre que el libro que escribí y que todavía sueño con publicar.

No obstante he aprendido bastante de ese título, de esa frase. A fin de cuentas la vida se compone de las decisiones que uno toma. De igual manera lo que uno cree o las bases que uno tiene sólidamente establecidas pueden verse alteradas en cuanto existen dudas razonables acerca de lo que uno se encuentra delante.

Entonces cuando llega el momento, la encrucijada que satura nuestra percepción y nos desconcierta, un mecanismo ancestral se despierta para tratar de guiarnos. No tiene nada que ver con análisis ni con reglas, no tiene nada que ver con conductas adquiridas o marcadas. Es un impulso, una voz, una emoción que nos indica qué debemos hacer y a la que genralmente no hacemos caso pues la mente prevalece hoy en día sobre la emoción.

Venga, ¿Acaso no habéis tomado la decisión que parecía correcta objetivamente y aún así no os sentís plenos o felices? Es sencillo, habéis elegido por el resultado de una calculadora intangible que no infalible.

En pocas palabras y resumiendo, hace tiempo que decidí escucharme en los momentos cruciales que pudieran marcar mi camino. Y en el momento de la verdad, aquello que es un abismo, en el que toda tu experiencia y analítica te habla de marcha atrás yo opté por escuchar a aquella voz que te dicta un salto, un salto al más allá. Dejar de lado lo lógico, lo empírico, lo delimitable y creer al mejor guía que existe: uno mismo.

Porque al decidir saltar, es cuando quizá descubres que puedes volar.